Que la Memoria no olvide…
Días después de la triste tarde de Loinaz, Ignacio Valero dimitió como presidente en la asamblea general y nombró sucesor a Fernando Núñez. Tres días más tarde en rueda de prensa dice “que fue un error y de sabios es rectificar”. Era el mes de julio de 1998.
Las situaciones convulsas formaron parte, o casi, del ADN del fútbol talaverano en azul y blanco. Ésa es, para quien esto firma, la percepción personal tras muchos años en el mundo de la comunicación local, provincial y regional. Para “Que la Memoria no olvide” quiere analizar uno de esos capítulos de los que les menciono, dejando para nuevas ocasiones los acontecidos bajo los mandatos de los ya fallecidos Teo Lor Frontelo o Isidoro Sánchez Colado, en 1977 el primero y en 1988 el segundo, y nos centramos en el que bajo el mandato de Ignacio Valero se producía en 1998. Y es que, en julio de ese año, y tal como reza el titular, se producía un acontecimiento que hoy, muchos años después, está en el olvido pero que seguro que algunos recuerdan. Y para los que no, encantados de mostrárselo.
Por Igroso
En la retina de muchos aficionados blanquiazules, talaveranos y de nuestra extensa comarca, aún debe permanecer la frustrante imagen del partido de Beasaín, donde el extinto Talavera CF estuvo a un paso de entrar en la historia del fútbol español ascendiendo a la división de plata. Ignacio Valero Corrochano —el último y el primer presidente del siglo pasado y del actual— y el jiennense Gregorio Manzano, en su segunda temporada entre nosotros, fueron los capitanes de un barco que finalmente se iría a la deriva, pese al brillo deportivo y el desastre económico. ¿Costaría sangre, sudor y lágrimas recuperarse? Ya lo creo a tenor de los acontecimientos que sucederían en la campaña 98/99.
Manzano no permaneció impasible ante la aureola deportiva que por méritos propios se había fraguado en el mundo del fútbol y le llovieron las ofertas para cambiar de club. Finalmente aceptaría entrenar al “eterno rival” capitalino del CD Toledo, que jugaba en Segunda división y tenía como uno de sus objetivos prioritarios el salto a Primera. Según manifestaciones propias, y ajenas, le costó lo suyo tomar la decisión, pero no pudo resistirse a continuar con una carrera que, a través de los tiempos, y ya en el ocaso de la misma, ha resultado más que brillante.
En el Talavera CF se veían obligados a empezar casi de cero tras los dos gloriosos años en los que Valero había desembolsado grandes cantidades de dinero de su patrimonio particular para hacer un equipo competitivo capaz de ilusionar a una afición, que al final no respondió de la forma que la directiva esperaba. Sí el plantel que disputó dos fases de ascenso consecutivas. El lógico “cansancio emocional, y dicen que también económico” del mandatario se exteriorizaba públicamente en el mes de julio del año en cuestión. Además, el “Dream Team” blanquiazul se había buscado la vida lejos de Talavera.
El delfín Fernando Núñez
Abatido o nervioso, lo cierto y verdad es que en la Asamblea General de Socios de principios de julio de 1998 anunciaba su no continuidad al frente del club. Ese mismo día nombraba a su “delfín” —Fernando Núñez— presidente y le daba su apoyo en todas las facetas, como la deportiva o la económica. Ante el centenar de socios asistentes Valero venía a decir que “me ha costado dar este paso, pero no he tenido más remedio que hacerlo”. Para seguir afirmando que “en el tiempo que llevo en el club —noviembre de 1992— he atravesado por épocas buenas y malas, pero nunca había recibido amenazas y ahora sí”.
¿De quién, se preguntaron algunos? En el visor del objetivo —y por supuesto la lengua— del mandatario un nombre: Gerardo González, entonces secretario general de la RFEF, que años después intentaría arrebatarle la presidencia a su mentor Ángel María Villar sin conseguirlo en las urnas, ¿Los motivos? Unas manifestaciones de Valero en las que decía que “llevaría a la Federación a los tribunales de Justicia si se desestimaba el recurso sobre las dimensiones de las porterías de Loinaz”, campo del Beasaín, donde el Talavera CF no pudo lograr el ascenso.
Con los socios informados Valero adelantaba que la campaña había finalizado con un déficit de 28 millones de las antiguas pesetas, que equivalen a 168.283,39 euros de hoy. ¿Y éste podía ser, a resultas, el cansancio real del mandatario para poner el punto final a su etapa al frente del club? Sólo él podría sacarnos de dudas, aunque no tardó mucho tiempo en ofrecer una respuesta, como apreciarán los que quieran seguir leyendo. Para ello se citaba a la masa social el 19 de julio de ese mismo 1998.
Mientras se producía la cita, Fernando Núñez ya se había aposentado en la poltrona e incluso había ofrecido entrevistas a algunos medios de comunicación en su propio hogar. Una de ellas fue la concedida a La Voz del Tajo en la que el flamante presidente se autodefinía como “un forofo del Talavera CF”. Fernando tenía tan sólo 39 años y dos hijos. En la prensa de la época se aseguraba que su llegada a la directiva de un Valero peculiar —había originado no pocos conflictos con algunos medios de comunicación, hasta el punto de que llegó a cerrar la sala de prensa de El Prado; Emilio Jiménez llegó a dedicar un artículo como el “Hijo del tío Vivillo” y hasta tres directivos con peso específico le habían abandonado en la anterior— supuso una ráfaga de aire fresco y se encargó de cambiar un poco la imagen del club.
En cualquier caso y ya con el sello de “presidente interino”, como él mismo de definió, se daría cuenta de que no era oro todo lo que relucía y llegando a manifestar que “intentaría dar un giro de 180 grados a una entidad que por momentos languidecía”. En su manifiesto de intenciones, y aún sin haberse apropiado del sillón, dos objetivos prioritarios. Primero, renovar la junta directiva con cuatro o cinco caras nuevas y segundo, confeccionar la plantilla, entrenador y secretario técnico incluido. Eso sí, todo esto al amparo económico de Ignacio Valero, que así se lo había prometido.
Adiós al sueño
No habían pasado ni tres días del anunciado relevo, cuando la interinidad de Fernando Núñez se finiquitaba. Y Valero cambia el rumbo de los acontecimientos el 8 de julio. Comparece en rueda de prensa para anunciar el fallo de Competición de la RFEF sobre las porterías de Loinaz dejando sin argumentos al club y Valero anuncia su continuidad a pesar de los 80 millones de pesetas de deuda del club —480.809,68 euros— en esos momentos. Fernando Núñez, presente en la misma, tiene que “abdicar” y lo hace con dos argumentos: “Ignacio está en la Comisión de Clubes de Segunda B y debe defender la presencia del equipo en el grupo I de Segunda B esta temporada, y el segundo es que como vamos a presentar recurso por lo de Beasaín es conveniente que Valero siga al frente del club”. Unas explicaciones que no se las creyó ni el que asó la manteca, que se dice. A todo ésto el propio Ignacio Valero le ponía sello afirmando que “presentar mi dimisión fue un error y de sabios es rectificar”. Y tan pancho ambos se levantaron de la mesa sin que ninguno de los asistentes preguntara por las verdaderas razones del esperpéntico show que se habían montado, más propio de una escena de cualquier película de los Hermanos Max que de un club de fútbol que pretendía hacerse oír en las altas instancias federativas y hasta del mundo de la judicatura.
La verdad bajo mi prisma
Este es el epílogo de una historia de hace ya 35 años, escrita con renglones torcidos, a mi único juicio porque poco, o casi nada, se pudo oír y leer antaño por rocambolesca y esperpéntica que parezca. Y pese a que Valero había anunciado que en marzo convocaría elecciones, pasó dicho mes y continuó al frente del club. Tanto es así que en la Asamblea General presentaría hasta el presupuesto de la próxima campaña, pero nada de dimisión o convocatoria de elecciones. Valero cumplió la legislatura y Núñez tuvo que esperar dos años más para asumir el cargo; justo el tiempo que Valero pudo comprobar que su “enemigo íntimo”, Daniel Cordero, repetía mandato —fue el único candidato en el club azulón ya también desaparecido— como presidente de la UD Talavera y ya no podía aspirar a presidir el Talavera CF, que era realmente su sueño.
Valero se encargó de su veto, porque Daniel sonaba como presidenciable –y así lo recojo en mi libro “El penalti que me despertó”— del club, no sólo en algunos medios de comunicación, sino también en una amplia parte de la masa social. Y de esto, ya les contaré en próximas ediciones…
El bueno de Fernando Núñez, cariñosamente apodado por quien esto firma “El breve”, tampoco llegó a cumplir mandato cuando accedió a la presidencia casi dos años después de aquella fecha. Acuciado por las deudas en su gestión y, sobre todo por una cruel campaña —bajo firma del pseudónimo de Don Balón— en su contra en la actualmente “encausada” VOZ de Talavera y a la que dedicaré un capítulo, dejó “el mochuelo” a un Tino Muñoz que no quiso competir con él en las urnas cuando Núñez obtuvo la presidencia tras el pacto entre ambos, recibiendo a cambio la vicepresidencia. Así lo aprecié y así se lo cuento hoy —muchos años después— para que “La Memoria no olvide”.
Pies de fotos:
1.- Valero y Carballo coincidieron en el tiempo como presidentes del Talavera y Toledo.
2.- Nuestro querido y malogrado Jesús Javier Rodríguez entrevista para Onda CERO a Goyo Manzano en el campo de Beasaín tras no poder conseguir el ascenso a Segunda.
3.- Fernando Núñez en imagen de la última cita de Fundación Futurart con el presidente de ésta, José Luis Bodas.
4.- Recorte de la Voz del Tajo del mes de julio donde Fernando Núñez Jerónimo se siente ya presidente del Talavera CF.