Sin importar el destino de los fondos que una empresa requiere, por ejemplo, un nuevo proyecto, incremento del capital de trabajo, reestructuración financiera, etc…, hay dos grandes preguntas que los empresarios se hacen cuando enfrentan la tarea de conseguir los recursos para su financiación:
- ¿Acudir a la financiación ajena o no?
- ¿Si se acude, cual es el nivel adecuado de endeudamiento que debería tener su empresa?
Con respecto a esta importante decisión de acudir a la financiación mediante préstamos, es importante reflexionar sobre la razonabilidad de las siguientes afirmaciones:
- Financiarse con préstamos no es ni bueno, ni malo. Ello depende del criterio frente al riesgo que tengan los propietarios de la empresa, es decir, la decisión de endeudamiento está afectada por la aversión al riesgo que caracteriza a los empresarios, quiénes si no están dispuestos a endeudarse, no afrontarán préstamos, a pesar de las restricciones que ello pueda implicar al crecimiento de la empresa.
- Financiarse con préstamos es bueno cuando se utiliza para financiar proyectos rentables. Es malo cuando se utiliza para tapar déficits de caja ocasionados por problemas estructurales operativos o financieros. Por lo tanto, es importante reconocer la existencia de “deuda buena” y “deuda mala”
- El nivel de endeudamiento debe estar en balance con las variables operativas y financieras de la empresa. Las variables operativas tienen que ver con la relación entre el EBITDA y las necesidades de fondos para que la empresa pueda funcionar, las variables financieras tienes que ver con la presión que por dividendos ejercen los accionistas o socios de la empresa. Significa que hay un “Nivel Adecuado de Endeudamiento” para cada empresa dependiendo de dichas variables.
- No porque los préstamos impliquen un menor coste de oportunidad que las aportaciones de los socios representados en capital y reservas, quiere decir que siempre deba preferirse.
- Hay fronteras de riesgo asociado con la deuda que las empresas no deberían traspasar y los bancos consideran al momento de evaluar la concesión de financiación a sus clientes. Estas fronteras tienen relación con la profundidad del estudio que realizan, y están asociadas con una afirmación que a veces se escucha en empresarios con mucha trayectoria empresarial: “No endeudarse más de la cuenta”.
- Cuando una empresa está “más endeudada de la cuenta” hay mucha probabilidad que una alta proporción del tiempo de los gerentes, tenga que dedicarse a la administración de los pasivos (tanto financieros como no financieros). Ello podría conducir a descuidar el foco del negocio dando oportunidad a los competidores con menor presión de deuda, de aprovechar oportunidades que a veces suponen, como condición para explotarlas, tener bajo endeudamiento. Es el caso, por ejemplo, de acceder a licitaciones o convocatorias estatales que implican unos niveles máximos de endeudamiento para poder participar.
- Una condición necesaria pero no suficiente para considerar la deuda financiera es que la rentabilidad que se obtenga del activo que financia, sea superior al coste de dicha deuda. Esto es debido a que, si se toma deuda a una tasa de interés y se invierten los fondos en activos que producen una rentabilidad superior a ésta, la rentabilidad de los socios se elevará por encima de la de los activos, produciéndose un apalancamiento financiero positivo, implicando que el riesgo que asumen los propietarios ha sido premiado.
- ¿De que importe deben ser los préstamos? La que satisfaga la expectativa de los propietarios y la que la empresa pueda adquirir.
Por ASINE Consultores