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El Alzheimer, un reto en época de pandemia

El Alzheimer, un reto en época de pandemia

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurológica, progresiva y degenerativa, sin tratamiento curativo pero sí con tratamiento farmacológico y no farmacológico que ayudan a ralentizar su evolución.
La persona afectada comienza presentando pérdida de memoria para los hechos recientes, preservándose durante más tiempo los recuerdos que forman parte de la memoria más remota, recuerdos de juventud e infancia; se producen dificultades para planificar una actividad y para resolver problemas, así como fallos en el lenguaje, la atención, el reconocimiento y la comprensión. Según avanza la enfermedad van presentando dificultades para recordar sucesos pasados, se alteran los procesos de codificación de la información, consolidación y recuperación; al final pierde el vocabulario y los conocimientos aprendidos a lo largo de la vida. Por otra parte, en el transcurso del avance de la enfermedad, el paciente deja de estar orientado en el tiempo y en el espacio llegando a perder la capacidad de saber el lugar donde se encuentra y de orientarse para ir de un lugar a otro. Esto supone un grave riesgo porque la persona puede perderse con facilidad y ni siquiera saber dar explicación a otra persona de donde vive. Además el paciente pierde la orientación sobre su propia identidad y sobre las personas que le rodean.
Estos problemas cognitivos dificultan el desarrollo de las actividades de la vida diaria, entre ellas, los cuidados de la salud, llevar una dieta equilibrada y adecuada a sus necesidades, actividad física, toma de la medicación pautada… A medida que avanza la enfermedad aparecen complicaciones médicas como desnutrición y deshidratación, caídas, incontinencia, síndrome de inmovilidad, úlceras por presión, etc., además de alteraciones psíquicas y del comportamiento como alucinaciones y/o delirios, errores de identificación, ansiedad, depresión, apatía, deambulación errática, agitación, agresividad, reacciones catastróficas, desinhibición, trastorno alimentario, trastorno de sueño, etc.
Este conjunto de dificultades conduce a la necesidad de ayuda progresiva para la realización de las actividades de la vida diaria, asumiendo normalmente estos cuidados la familia.
Aparición del Covid-19
El 11 de marzo la OMS declaró que se había producido una pandemia ocasionada por el coronavirus Covid-19 que afectaba a nivel mundial y que no solo era una crisis de salud pública, sino una crisis que afectaría a todos los sectores (económico, de comunicaciones, transportes, educativa, etc.).
El Gobierno de España, declaró el estado de alarma, en todo el territorio nacional, desde el 14 de marzo motivado por el colapso del Sistema Sanitario por la pandemia producida por un virus desconocido. Debido a su gran capacidad de contagio y las graves consecuencias sanitarias que produce, continuamos con planes de contingencias que se van adaptando a los rebrotes que se originan a pesar de la vacuna, saturando el sistema sanitario en sus diferentes niveles.
Consecuencias
La crisis sanitaria que ha desencadenado el COVID-19 está teniendo un impacto en las personas con Alzhéimer. Su salud física ha empeorado y el deterioro cognitivo es mayor debido al aislamiento, distanciamiento de personas cercanas, a la obligación de permanecer en casa, al cierre de centros de día, etc. y sufren con más frecuencia episodios de enfado, ansiedad, irritabilidad, estrés o insomnio, algo a lo que hay que añadir otro hecho no menos relevante: la incapacidad para comprender y recordar las medidas anti coronavirus hace que aumente el riesgo de contagio en este colectivo. Además, este tipo de pacientes cuando ingresan en un hospital presentan mayor desorientación.
La situación empeora debido a la reducción de visitas presenciales al servicio médico y de enfermería cuando era preciso durante un tiempo muy prolongado.
El cuidador/a ha estado ocupándose las 24h del paciente con demencia con todos estos problemas añadidos desencadenados por la pandemia, en un alto porcentaje sin ninguna ayuda. Teniendo en cuenta que con un alto porcentaje es un mayor el que cuida a otro mayor, al tratarse de un colectivo vulnerable debido a factores como la edad, el estado de la enfermedad y la pluripatología que suele presentarse, la situación empeora considerablemente por miedo al contagio, agravado por las dificultades de acceso al sistema sanitario – consultas telefónicas, imposibilidad de visitas médicas o de enfermería.
Además, se han producido pérdidas de familiares, amistades y gente conocida; con lo que, el duelo es otro problema psicológico añadido de difícil abordaje.
Ante la enfermedad de Alzheimer se nos presentan grandes retos:
– Afrontar el empeoramiento de las/os enfermas/os de Alzheimer como consecuencia de la pandemia. Hecho a tener en cuenta por las restricciones en las que los factores de riesgo padecidos por el alto números de personas que no han podido beneficiarse de los Centros de Día específicos de Alzheimer en los cuales se aplica las Terapias No Farmacológicas cómo un tratamiento necesario.
– Recuperar las visitas presenciales a los médicos de atención primaria, especialistas y enfermería, facilitando el sistema de solicitud de citas así como la detección temprana de la demencia.
– Incrementar los recursos sociales para las personas con Alzheimer y sus familiares, la mejora del funcionamiento de los existentes, de modo que faciliten la permanencia en su entorno.
– Mantener el nivel de prevención de contagio de Covid-19.
– Potenciar la socialización y la comunicación.
– Disminuir la brecha digital existen en las personas mayores, favoreciendo el uso de nuevas tecnologías
– Unificación/clarificación de los criterios que establecen los periodos de cuarentena que debe tener las personas que han tenido un contacto con un positivo por Covid-19 o presentan síntomas.
– Crear estrategias que, frente a rebrotes o nuevas pandemias, eviten el colapso de los sistemas de salud, el cierre de los recursos terapéuticos como ocurrió con AFATA, entre otras medidas, de modo que las personas con demencia puedan continuar con los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos necesarios.
– Como psicóloga, me parece prioritario visibilizar la problemática del enfermo/a de Alzheimer y el/la cuidador/a.
África Corrochano Gómez
Psicóloga AFATA
psicología@afatalavera.es

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