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Flamenco, pasión y constancia en “De Sal y Canela”

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Flamenco, pasión y constancia en “De Sal y Canela”

Tamara Maestro lleva el flamenco en las venas desde que era una niña. Lo que comenzó como actividad extraescolar más de su colegio se ha transformado, con los años, en un proyecto vital que hoy tiene nombre propio: De Sal y Canela.

Tras más de década y media recorriendo escenarios y aulas de forma itinerante, en 2024 decidió dar un paso decisivo y abrir su propio espacio, un lugar donde se entrecruzan la tradición del flamenco con la frescura de otros ritmos como la bachata o la energía del pilates.

Con cada clase, Tamara no solo transmite técnica y compás, sino también la convicción de que la pasión y la constancia son la base de cualquier sueño. Su escuela no es solo un centro de formación: es un hogar donde los alumnos aprenden a bailar, pero también a creer en el poder transformador del arte.

Nos hemos acercado hasta De Sal y Canela, situada en la calle Pirámides (local A) para conocer de cerca este proyecto, sentir el ritmo que marca esta escuela y descubrir cómo han sido los primero pasos de esta joven que se adentró con mucho arte en el mundo empresarial.

Puede que muchos de nuestros lectores te hayan visto bailar encima de un escenario pero no conozcan cómo has llegado hasta ahí, cuéntanos.

Soy talaverana de nacimiento y corazón. Siempre he bailado, desde pequeñita, la verdad es que no recuerdo mi vida sin la música y el baile. Lo que en principio consideraba una actividad extraescolar más, con el tiempo se fue convirtiendo en mi pasión y a los 14 años fue cuando empecé a trabajar más en ello y a descubrir que era mi auténtica vocación.

Aún así decidí estudiar también Historia del Arte en Madrid, siempre he sentido una especial debilidad por el arte en todas sus formas y aunque tenía claro que quería dedicarme al baile de forma profesional, no quería perder la oportunidad de estudiar en la universidad y nutrirme de todo lo que esta carrera me ha aportado. Además es también una forma de tener más opciones, nunca sabes las vueltas que va a dar la vida. De momento la mía está girando en torno al baile, como siempre.

Durante años di clases en asociaciones, colegios, centros de mujeres… Hasta que en marzo de 2024 surgió la oportunidad de abrir mi propia escuela y aunque el mundo empresarial me abrumaba un poco, decidí lanzarme a la piscina, y aquí estoy, un año y medio después, feliz con mi escuela de baile.

Antes de que surgiera la oportunidad, ¿te habías planteado tener tu propia escuela?

La verdad es que no. Aunque estar dando clases aquí y allá era algo cansado y tenía que invertir mucho tiempo en ir y venir, lo cierto es que no se me había pasado por la cabeza, estaba contenta tal y como estaba. Pero cuando me propusieron ser dueña de mi propia escuela algo en mí despertó y decidí dar el paso.

¿Qué supuso para ti pasar de profesora a ser además empresaria?

Un cambio enorme. Antes solo tenía que preocuparme de mis clases y coreografías. Ahora soy profesora, gestora, limpiadora, secretaria,  atención al cliente… Aprender toda la parte burocrática fue un reto: licencias, gestorías, pagos… Al principio sentía que no sabía lo que estaba haciendo y me iba enterando de cosas sobre la marcha según avanzaba la apertura de la escuela. Esta fase fue bastante estresante, pero poco a poco me fui organizando y ahora todo es mucho más sencillo. Eso sí: sigo aprendiendo cada día.

Además de flamenco y sevillanas, De Sal y Canela ofrece otras disciplinas. ¿Cómo ha evolucionado la propuesta?

El flamenco es el corazón de la escuela y la mayoría de las alumnas vienen atraídas por esta rama del baile. Pero desde el principio las familias me pedían más opciones. Ahora tenemos ballet, baile moderno, bachata, pilates, zumba, entrenamiento funcional… Hemos ido incorporando disciplinas y clases de forma orgánica con la intención de ofrecer a nuestras alumnas lo que necesitan en un mismo espacio.

Lo bonito es que se ha creado un ambiente muy familiar: la hija baila flamenco, la madre hace pilates y la hermana prueba ballet. Esa cercanía es lo que diferencia a la escuela.

¡Desde luego hay una gran cantidad de opciones! ¿Qué es lo que más demanda la gente?

El flamenco es lo que me define y por lo que me buscan. Aunque el pilates está funcionando muy bien y el baile moderno también tiene tirón entre las niñas. La verdad es que no puedo quejarme: las clases están muy vivas y con previsiones muy buenas para este curso.

Tras un año y medio con la escuela en marcha, ¿De qué logro te sientes más orgullosa?

De la fidelidad de mis alumnas. Algunas empezaron conmigo con tres años y hoy son adolescentes que siguen bailando a mi lado. Incluso cuando he cambiado de espacios, ellas me han seguido. Ese vínculo, ese compromiso, es lo que más me emociona.

¿Y qué planes tienes para el futuro?

Planes muchos, tengo una mente bastante inquieta y no paro de pensar en nuevas actividades, festivales que organizar o en los que participar… Lo inmediato es arrancar con fuerza el curso, preparar el festival benéfico de Navidad y seguir participando en actuaciones de barrio, ferias y campeonatos.

Me gusta que mis alumnas bailen en la calle, en escenarios, en fiestas… Por ejemplo, durante el verano no hemos parado, ya que hemos actuado en diferentes localidades de la comarca y recientemente hemos bailado en la Plaza de La Comarca durante las ferias; algo que ha llenado de ilusión a las alumnas y, por supuesto, a mí. Esto les ayuda a vivir la danza más allá del fin de curso o de las paredes de la escuela, a integrarla en su vida de forma permanente y a descubrir todo lo que la música y el baile pueden aportarles en su día a día y eso, sin duda, es lo que más me satisface.

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