Martín escribió una de las más bellas epopeyas que los aficionados del extinto Talavera CF pudieron presenciar en El Prado
Asegura Eduardo Fernández Segura, en una de sus reflexiones, que “se ha escrito y hablado muchas veces de épica, deporte y vida como elementos de un mismo campo semántico”. Pero decidió unirlos porque para él —como ser humano— implica vivir una epopeya personal construida sobre la base de lo ordinario. En resumidas cuentas, que es una manera de entender la existencia como desafío. Y esta primera cita con la épica en nuestro fútbol, les dejamos como ejemplo de epopeya, la vivida hace 37 años por Martín García Muñoz, que desconozco si estaba instaurada en el interior de su pensamiento, pero lo que nadie podrá poner jamás en duda es que trabajaba a diario en los entrenamientos para ello. Y lo pensara o no como meta, lo que nadie le podrá negar es que desde aquel domingo de febrero quedaría inmortalizado para siempre como el portero-policía.
Nos encontramos en la temporada 86/87 y el Talavera CF milita en el grupo 7 de Tercera División, en el que se encontraban clubes de Madrid como Parla, Leganés, Maravillas, Alcorcón, Valdemoro, Sanse, Alcalá, Fuenlabrada, Getafe, Pegaso y Real Madrid C y de Castilla-La Mancha como el Manchego, La Roda, Conquense, Valdepeñas, Calvo Sotelo, Guadalajara, Daimiel, Villarrobledo y nuestro Talavera CF. Todos, equipos ilustres del fútbol de la zona centro, aunque con diferentes potenciales económicos.
Las dificultades económicas en el entonces Talavera CF son acuciantes y desde una de las asambleas del conjunto cerámico se aúpa a la presidencia a Isidoro Sánchez Colado —fallecido no hace mucho tiempo— que es un modesto industrial talaverano del pollo y sus derivados. El apoyo que Isidoro recibiría de hombres de nuestro fútbol como Federico Gómez, Pablo Mela, Francisco Gonzálvez, Paco Palomeque o Martín Colmenero, entre otros más, sería definitivo para que aquél diera el paso necesario que evitara la desaparición de un club con ya 40 años de historia a sus espaldas.
Era meridianamente claro que no había dinero y eso tendría su reflejo en el plano deportivo. Mucho más aún cuando la afición blanquiazul no respondió en la medida que se presumía a la hora de retirar los carnés de socios. Javier García-Verdugo, que por entonces había dejado de entrenar en la élite de nuestro fútbol patrio, aceptó el reto de confeccionar la plantilla blanquiazul. Jugadores como Bernabé, Iglesias, Lolo, Trigueros II, Justo, Juan, Del Rivero, Javi Valero, Chino, Bermúdez, Robles, Ayúcar, Arjona, Moreno, Pedro, Santi, Adrado, López, Bejarano, Ángel Martín, Marcos, Garza, Fernando, Pablo Barroso, Mimi, Ortiz II, Torrijos, Jesús, Goico, algunas apariciones esporádicas del prudencista “Lagarto” Loren y nuestro protagonista de hoy Martín García Muñoz, que había retornado al club con la intención de poner fin a su trayectoria deportiva. Se trataba, sin duda alguna, del más importante plantel de jugadores locales en toda la historia del club.
En los primeros compases de la liga el equipo ni funcionó, ni dio la talla esperada y García-Verdugo era cesado en la jornada 23 tras perder en El Prado ante el Calvo Sotelo de Puertollano por 1-2. Se estrena en el banquillo —histórico mi “No seas bolo Paco” para que aceptara el ofrecimiento de la directiva, que permanece en las hemerotecas— Francisco Sánchez Gil —nuestro Paco Pepino que era entrenador del Juvenil— con victoria en Fuenlabrada y en casa ante el Getafe (1-0 con gol del ya fallecido Santi) con la fantástica actuación de Martín García Muñoz, sustituyendo a Ángel Bernabé, que se había lesionado de gravedad.
EL PORTERO-POLICÍA
Y es precisamente Martín el protagonista de nuestro capítulo de hoy. El portero-policía estaba ya al borde de la retirada del fútbol y había decidido echar una mano al club que le vio nacer como futbolista; más gratitud por su parte, imposible. Era el domingo 15 de febrero de 1987 y se disputaba la jornada 25. Llegaba al municipal El Prado un Getafe que venía como favorito y necesitaba los tres puntos para no perder la estelas de un Parla que acabaría ganando la liga. Paco “Pepino” había dispuesto que Bernabé, Juan, Moreno, Iglesias, Justo, Lolo, Javi Valero, Chino, Del Rivero, Robles y Santi saltaran como titulares al terreno de juego. Asombrosa es, sin duda, una alineación en la que únicamente el jugador abulense de Lanzahíta, Robles, no era de la cantera. Paradojas del destino, otro de los nuestros, Fernandito Bejarano, ocupó la plaza del abulense, que se lesionó a los 24 minutos de la primera parte.
Y tan sólo cuatro minutos después —en el 28 de partido— Martín hacía lo propio con Ángel Bernabé, lesionado de cierta consideración por lo que sería trasladado al Hospital Nuestra señora del Prado en ambulancia. Martín escribiría, con su prodigiosa actuación, uno de los momentos más épicos que se han podido presenciar en el municipal talaverano. El diario Ya, con crónica de Pedro Ángel Rosado, lo titulaba de la siguiente manera: “Martín, portero suplente, «culpable» de la victoria del conjunto talaverano”.
Quien esto firma, en La Voz del Tajo, en su sección de opinión a Igroso modo: Héroe y mártir, pudiéndose leer lo siguiente: “Ambos son amigos, ambos ejercen en el mismo puesto y ambos tienen una calidad humana y deportiva que no admiten discusión. Mártir o Héroe para jugarse la vida si fuera preciso, Martín y Bernabé, Bernabé o Martín, que tanto monta o monta tanto, dieron una soberana lección de profesionalidad a los aficionados o seguidores, hinchas o forofos, socios o dirigentes, que tardará bastante en olvidarse. Porque de mártir es la paciente espera del portero-policía sin un mal gesto de desaprobación por la suplencia; porque de héroe es decirle aun compañero que marcha con el rostro destrozado camino del hospital: “Te prometo que éstos no me meten ni un gol”, y porque de humano y compañero resulta olvidarse de los éxitos para dirigirse raudo a comunicar a su compañero y rival, por la misma causa, dolorido en el Servicio de Urgencias de una clínica culaquiera”.
Martín realizó la tarde del domingo uno de sus servicios más brillantes. Sin duda, no habrá medallas que colgarle porque la mejor recompensa que puede recibir, además de la veneración y el cariño de un público que se le entregó, fue olvidarse de las efímeras vanidades del éxito para estar cuanto antes con su compañero herido. Un compañero que reciente el fatal desenlace del malacitano Gallardo, pasó, sin tan siquiera enterare de héroe a mártir. Porque de héroe es, a tenor de un parte facultativo que decía: “Conmoción cerebral con doble pérdida de conciencia, múltiples heridas en el rostro con sutura interna de boca, labio inferior y barbilla, además de fractura interna del tabique nasal” —insisto— es jugarse la vida por evitar un gol”.
Y es que, pagar tan elevado precio, cuando las burocracias estructurales de nuestro absurdo fútbol no le permiten ejercer de profesional, no merece la pena. Pero menos lo merecen aún cuando los que selo prometieron siguen sin cumplir su palabra. Y esto me revierte a la siguiente pregunta: “Es que alguien puede esbozar algún argumento que ponga en duda su profesionalidad”?
A otros muchos que demostraron menos se les dio mucho más y, si llegó el caso, se pasó a hipotecar el propio bolsillo, aún habiendo demostrado mil veces menos de lo que estos dos hombres —Martín y Bernabé; Bernabé y Martín— demostraron en tan sólo noventa minutos de partido.
Una ciega fe tengo en los directivos de don Isidoro Sánchez Colado, lo confieso y es por ello que los resultados acompañen y el socio responda, ni una sola promesa se quedará sin cumplir para quienes, sin serlo, demostraron más profesionalidad que aquellos que no hace mucho llegaron exhibiendo algo que sólo se reflejó en su contrato”.
No creo que hoy, 37 años después, nadie pueda poner en duda la épica de ese domingo de febrero de 1987, pero en los anales de la historia de aquel Talavera CF hay más páginas con el mismo protagonista: Martín García Muñoz. Una persona reconocida y apreciada en nuestra sociedad civil talaverana por su profesión en la Policía y en el mundo del deporte a nivel nacional. Y prueba de cuanto aquí detallo, el hecho contrastado de que en la siguiente temporada nuestro portero-policía volvería a escribir un domingo histórico —también de gesta y épica— como reflejaba La Voz del Tajo con este titular: “Por segundo año consecutivo Martín sustituye a Valero en Valdepeñas, siendo pieza clave de la victoria blanquiazul por 0-1”. Pero de esto, si lo desean, nos ocupamos en otra ocasión. Que la “Memoria no olvide” les cita para una próxima ocasión.
*Fotos cedidas por MGM