Esta calle es un ejemplo más en Talavera por el que un antiguo camino se convierte en vía urbana, mediante el proceso de ensanche y crecimiento de los arrabales extramuros debido a la llegada de nuevos moradores. La consolidación del nuevo Arrabal Mayor, desde la actual plaza del Reloj a partir del siglo XII, conllevó la articulación del entramado urbanístico en torno a ejes radiales formados por antiguos caminos que confluían en la Puerta de San Pedro, punto por donde se accedía al cuerpo de la Villa.
La ubicación de la Puerta de Zamora al final de esta calle del segundo recinto amurallado condicionó la planificación de la vía y su denominación en los primeros siglos. De hecho, hasta el siglo XVI aparece con el nombre de calle de Zamora, aunque a veces viene señalada con el nombre de la calle de los Mesones en alguna escritura de la primera mitad del siglo XV. El progreso económico y demográfico de la villa en esta centuria conllevó la afluencia a la ciudad de viajeros, mercaderes, peregrinos que iban camino de Guadalupe, ganaderos trashumantes, comitivas oficiales y reales, etc. La necesidad de dotarse de una moderna infraestructura de hospedaje hizo aparecer mesones y posadas en determinadas zonas de acceso a Talavera, entre ellas ésta de la calle Mesones, que cumplía el papel de una de las principales entradas a la villa desde las tierras norteñas. La existencia de locales y establecimientos dedicados a la hostelería y al alojamiento de mercaderes originó una cierta especialización en el sector de esta calle.
El nombre tradicional de Mesones sólo cambió en 1888, bajo el mandato del alcalde republicano Justiniano Luengo, que le asignó el nombre del cerro donde tuvo lugar la famosa Batalla de Talavera en julio de 1809, siguiendo un proceso para recuperar la memoria histórica de hechos e hitos importantes del pasado de la ciudad.
La Comisión Gestora franquista cambió nuevamente el callejero en 1937, recuperando el antiguo nombre de calle Mesones. Posteriormente se le asignó el de Medellín a una nueva vía abierta en la Huerta de la Bomba, junto a la iglesia de los Santos Mártires.
César Pacheco