Carolina lleva más de diez años con su tienda de cerámica en Talavera. Un pequeño local con alma, lleno de piezas hechas a mano: platos, tazas, jarrones, cuencos… Todo trabajado con mimo, sin prisas. Es de esas tiendas que, cuando entras, te dan ganas de tocarlo todo y olerlo todo.
Y, sin embargo, hace poco me confesó algo que le rondaba la cabeza desde hacía tiempo:
—Hay gente que me dice que mi tienda es preciosa, pero no vuelven. Y cuando intento vender online, siento que la marca no transmite lo que soy. No se nota el cariño que hay detrás.
Carolina había montado su web en un par de tardes. El logo se lo había hecho una amiga. Las publicaciones de Instagram eran una mezcla de fotos con filtro, frases
inspiradoras y alguna promo que lanzaba cuando se acordaba. Todo funcionaba “más o menos”. Pero todo era demasiado genérico. Demasiado aleatorio.
—Es como si tuviera muchas piezas sueltas, pero ninguna historia —me dijo. Y tenía razón.

No le fallaba el producto. Le fallaba la forma de presentarlo.
Ese fue el punto de partida. No para cambiar lo que hacía, sino para empezar a mostrarlo con intención.
Le propuse algo sencillo: crear un pequeño manual de identidad. Nada complicado. Solo definir cómo quería presentarse al mundo. Qué colores la representaban (tiramos por tonos tierra, como sus esmaltes). Qué tipo de letra encajaba con su estilo. Qué palabras sí, y qué palabras no. Qué imágenes contaban su historia sin necesidad de poner un párrafo explicativo.
Durante semanas, fuimos ajustando detalles: cómo quedaba el logo sobre fondo claro, cómo se veían las tarjetas de agradecimiento en los pedidos, qué tono usar en los pies de foto. Empezamos a construir una identidad que no fuera solo “bonita”, sino coherente. Que dijera: esto es Carolina. Esto es suyo.
Cuando todo empieza a encajar
Lo curioso fue que, sin grandes cambios en el producto, empezó a pasar algo diferente. Clientes que compraban por primera vez online le escribían mensajes como:
“Me encantó cómo venía empaquetado todo. Se nota que está hecho con cariño.” “No sabía que había una tienda así en Talavera. Vi tu Instagram y tuve que pasarme.”
Nada de eso venía de haber cambiado su producto. Venía de haber alineado su imagen con lo que ya hacía bien.
No se trata de parecer más. Se trata de parecer tú
No hace falta tener una agencia detrás para construir una marca con sentido. Pero sí hace falta parar un momento y preguntarte:
¿Cómo estoy mostrando mi negocio?
¿Se ve tan cuidado como realmente es?
¿Todo lo que hago —carteles, posts, presupuestos, correos— cuenta la misma historia?
Carolina entendió que su marca no era solo el logo. Era cómo hablaba en redes. Cómo entregaba los pedidos. Cómo saludaba en la web. Cómo se sentía todo.
Y eso, al final, también es marketing.