Textos: Raquel Torres Lumbreras (IES Gabriel Alonso de Herrera)
Ustedes no lo saben, pero el grupo que saca adelante esta revista hace cosas de profesionales. ¿Quién lo diría? Nos reunimos y todo para organizarnos y tenemos un jefe que nos dice que llegamos tarde a las entregas (al menos yo, siempre, no puedo evitarlo, será que me gusta hacerme rogar). La última reunión me hizo pensar en que les estaba dando la brasa de una manera intolerable. “Mira que yo veo esas fotos que mandas y pienso: ¡vaya tocho de libro!”. Creo que ustedes saben todo lo que había detrás de ese pensamiento. Por mi ocupación profesional habitual, si no lo hubiera visto, habría pensado que era un adolescente quien, con tanta realidad, te pone delante el presente. Y lo era, pero solo en su corazón; en su cabeza, peinaba canas. Y es que, los adolescentes, de corazón y de edad, se han dado cuenta de una cosa: corren tiempos nuevos.
Hay que ver, oye, dicen, nada es lo que era, todo está cambiando. ¡Atención!, el cielo se cae sobre nuestras cabezas, como en los cómics de Astérix y Obélix. Ahora las escaleras son automáticas, las puertas se abren a nuestro paso y, a veces, uno no sabe ni cómo se abre el grifo del baño de ese bar nuevo que han abierto en el casco antiguo. De repente, uno se ve a sí mismo desde fuera moviendo los brazos, en aspavientos extraños, porque no consigue ni siquiera “tirar de la cadena” que ya no es cadena.
Pero si todo esto se aplica a la forma en que consumimos la cultura, nos entra un no sé qué que qué sé yo y ahí no admitimos ni media mijita de cambio. Es que eso ya no es cultura, porque sale de una pantalla o porque no enarbola título universitario aquel que se ha convertido en un gran transmisor de información (y por qué no, también de opinión).
Los libros ya no son objeto tan sencillo y, en realidad, nunca lo fueron. Hay personas dedicadas (como siempre las hubo) a investigar cómo conformar la composición del papel que usted desprecia con ese desdén de antiguo. El gramaje del papel, la elasticidad, la composición de la goma que une las hojas (que hace tiempo que no emplean personas que las cosan) es una industria llena de esas tecnologías. No sé hasta qué punto eso no son nuevas tecnologías.
La evolución es lo que nos ha mantenido alertas, en constante transformación y el mundo cultural no le es ajeno. Ahora los libros, no solo se leen, también se oyen y las páginas son de tinta electrónica.
Por eso hoy no hay libro, ni tocho, ni nada, solo algunas notas (seguro que inexactas) de alguien que, como las moscas a la miel (lo dejamos en miel ¿vale?) se ve atraída por todo lo nuevo. Los podcast han sustituido a la radio (The wild Project, Por si las voces vuelven, Nadie sabe nada… para todas las mentes, para todas las edades) Casi 3 millones y medio de personas escuchan de forma habitual algún tipo de podcast. Los ingresos de las aplicaciones digitales para audiolibros subieron en España más de un 15% desde 2020 y se espera que se cuadrupliquen antes de 10 años). La televisión compite todos los días por hacerse un hueco entre las plataformas de Streaming, más de 6 millones de personas tienen una suscripción a alguno de estos servicios de entretenimiento audiovisual. Los profesores competimos (o deberíamos hacerlo) con una muy formada, inteligente, interesante y capaz legión de divulgadores de conocimiento en todas las plataformas (YouTube, Twich, Tiktok, Instagram), magos de la comunicación que están ya colaborando con los medios tradicionales de radio y televisión (Quantum Fracture, Ter, Jaime Altozano, Monitor Fantasma, Antonio García Villarán), en fin, una lista interminable de gente trabajadora, con enormes conocimientos y con una excepcional capacidad para transformarlos en atractivos contenidos digitales.
Así que, humildemente, y con una pequeña investigación previa, pretendo traerles aquí, de ahora en adelante alguno de estos nuevos contenidos. Claro, que tendré que pedir ayuda a todos esos que, con canas o sin ellas, llevan un gran Peter Pan en su interior.