La verdad es que cuando desayuno viendo, leyendo o escuchando las noticias de los últimos meses, no puedo sino evitar un movimiento reflejo de congoja que recorre todo mi cuerpo, desde lo más profundo hasta lograr hacerme sentir un malestar sordo y pertinaz.
Cada día la realidad supera a la ficción y cada día esa misma realidad es capaz de superarse cual atleta bien entrenado que prepara la llegada de la ansiada competición donde medirse a otros rivales. Vaya este corto espacio de texto para insuflar ánimos sin restarle gravedad a estos momentos tan difíciles que nos ha tocado vivir.
Absolutamente cierto es que ninguna de las situaciones más terribles que ha vivido la humanidad ha persistido eternamente. Es cierto que algunas de ellas han sido realmente insoportables, pero no lo es menos que tuvieron fin. Por tanto mi primera reflexión, tampoco hay que ser un genio, es que esta debacle tiene fecha de caducidad, incluso más pronto que tarde.
También es seguro que salir de determinadas situaciones supone a menudo la realización de ímprobos esfuerzos que llegan a desgastar enormemente al que los realiza. Uno no es capaz de navegar en contra de la corriente si no hace nada por salir de la misma y eso conlleva una acción por nuestra parte que supone la realización de un esfuerzo, un movimiento, un empezar a andar para salir del atolladero. Si nos dejamos llevar por la desidia, si nos envolvemos en un manto de autocompasión, es evidente que no seremos capaces de salir adelante, que no lograremos salir de la atracción de este remolino que cual Tajo traidor nos arrastra hacia las profundidades. Es necesario luchar de todas las formas y métodos posibles y conocidos contra este virus pérfido que nos fustiga sin que sepamos por donde nos ataca.
Los grandes problemas sólo se superan con esfuerzo y tenacidad. Dejando pasar el tiempo sin pelea sólo conseguiremos avanzar más hacia la oscura profundidad. Nos hundiremos poco a poco en el fango, nos irá succionando irremediablemente.
Por el buen hacer, que no por la fortuna, de los hombres y mujeres que han elegido la ciencia como modus vivendi, tenemos por delante un futuro más esperanzador que el de hace sólo unas pocas semanas. Al parecer, las herramientas para combatir este bicho ignominioso están ya cerca. No será una solución inmediata y definitiva, pero sí al menos el primer baluarte, nuestra primera arma secreta que ayudará a plantarle cara a la Covid.
Otro problema bien distinto será el de las heridas abiertas provocadas por esta pandemia. Todas las guerras provocan miseria y esta hará, ya hace, lo mismo. Cientos de familias sufrirán pérdidas. Cientos de negocios habrán sucumbido a la debacle económica. Muchos hogares habrán consumido los recursos ahorrados y los futuros ingresos y todas estas situaciones van a provocar un caos en nuestra economía que no dejará de influir en nuestros bolsillos.
Preparémonos pues, no ya para luchar contra la Covid, sino para recuperarnos de él. Ayudemos todo lo que podamos a nuestro vecino de puerta, de calle, de nuestro pueblo o ciudad, porque aunque sólo sea egoístamente, las cosas nos irán bien cuando a los demás les vaya bien. Son pocos los que se benefician malignamente de la miseria de los demás. Por lo general sucede todo lo contrario.
No tengo duda de que el dinero llama a dinero, y que cuanto más alto sea el poder adquisitivo de la gente, más dinero correrá en todas direcciones. Ayudemos pues a crear empleo, ayudemos al que lo genera, ayudemos a que la gente tenga acceso a esos puestos de trabajo, ayudemos a que fluya el dinero. Ayudemos a que todos seamos más autosuficientes.
Después de toda guerra, una vez tocado el fondo de la miseria, surge una época de bonanza basada en la necesidad de reponer los bienes perdidos. Es evidente que nadie desea una situación de penuria para luego emerger como el ave fénix, pero ya que no podemos evitar una situación pasada, al menos confortémonos en la esperanza de que cualquier tiempo futuro va a ser mejor.
Dejemos de lamentarnos día a día, luchemos, tanto sanitariamente como económicamente para salir de este atolladero. Inventemos nuevas fórmulas, probemos nuevos remedios, hagamos del estado del fracaso una situación de lucha para doblegar el problema. Defendámonos de este ataque malvado. Ayudemos a defenderse al que se encuentre falto de ánimos. Unámonos ante este fuerte enemigo. Olvidemos las luchas internas y formemos un bloque sólido para luchar ante la adversidad.
Icemos nuestras picas como bloque infranqueable, como siempre han hecho los españoles ante la adversidad, juntos, peleando hombro con hombro, cómo sólo sabían poner cara a la batalla nuestros gloriosos tercios. Fuerza y coraje, no cabe otra queridos amigos.
Y por supuesto, pidamos a nuestra queridísima Virgen del Prado que nos ayude en este duro valle de lágrimas. Para los talaveranos siempre ha sido ella el gran baluarte al que recurrir cuando la desesperación nos ha invadido. Ella y nuestro esfuerzo (ora et labora), que sin trabajo no hay milagro.
Es cierto, no hay mal que cien años dure y a este virus le vamos a ganar la batalla. Todo va a salir bien.
Un fuerte abrazo a todos los que lo están pasando mal en este momento. Entiendo que son muchos los que se encuentran inmersos en la desesperación causada por la pérdida de familiares queridos. Poco consuelo queda para el que ya ha sufrido estas ausencias. Dicen que el tiempo todo lo cura. No es cierto. Aprendemos a vivir de otra forma. Poco a poco los buenos recuerdos empiezan a llenar el grandísimo vacío que nos dejan.
Félix García Barroso
(Gerente de Vettonia Seguridad)